Les instruccions de 1860 per a retolar els carrers i numerar les cases

La Gaceta de Madrid (precedent del BOE) del 28 de febrer de 1860 publicava una Real Orden per la que el ministeri de la Governació donava instruccions als governadors de les províncies perquè els ajuntaments regularitzessin la retolació dels carrers i la numeració de les cases. Es donava difusió a la Real Orden, reproduint-la literalment, al núm. 27 del Boletín Oficial de la Provincia de Tarragona (BOPT) de 27 de març de 1860.

L’article 6 d’aquesta Reial Ordre fixava la disposició de la numeració de les cases per parells o imparells segons si estan a la dreta o a l’esquerra del carrer: “Los números de las casas ó fachadas principales se colocarán en el órden de pares é impares á derecha é izquierda, á empezar del punto de partida que en cada población se hubiese adoptado, según se dirá más adelante”. Tanmateix, l’article 13 establia que “En las plazas no habrá más que una numeración seguida ó correlativa”. Per això les cases de la plaça del Sitjar (Longí Navàs) tenen els números correlatius 1 (ca l’Hostal), 2 (cal Llorencet), 3 (cal Vall), 4 (cal Goleraons), 5 (cal Florentí) i 6 (cal Moliner).Això es repeteix a la plaça del Dr. Seró: 1 (cal Serra), 2 (ca la Monja), 3 (cal Francès), 4 (cal Pio), 5 (l’antic cafè), 6 (cal Navàs). A la plaça del Mercat, en canvi, no s’hi segueix aquesta norma.

L’article 16 deia això: Todos los edificios de uso y utilidad pública, ya sean oficiales ó ya carezcan de este carácter especial, tales como casas de beneficencia, cárceles, escuelas de instrucción pública, academias,, fundaciones particulares de caridad ó corrección, casas dé Ayuntamiento, Gobiernos políticos de provincia , palacios arzobispales ó episcopales,’ monumentos arquitectónicos ó históricos, fuentes públicas, puentes &c. & c., llevarán su correspondiente inscripción, expresándose en ella el nombre ó destino del edificio ó monumento”. Per aquesta raó, a l’antic edifici de l’ajuntament hi havia una placa que indicava que era la “Casa Capitular”, del que se’n conserva una fotografia:

Tota la retolació era feta en llengua castellana, com disposava l’article 17: “Se procurará que en las capitales y poblaciones donde se conserve todavía el uso de algunos ‘dialectos, se reduzcan todos los nombres de las calles á lengua castellana.” Ho corrobora l’única fotografia conservada d’un d’aquests cartells amb noms de carrer, “Calle de Abajo”, que va ser al Carrer de Baix fins que unes obres a la façana que l’allotjava el van destruir:

Una altra indicació que hi havia d’haver era la que establia l’article 15.” En las puertas, portillos, avenidas ó calles que dan entrada á las poblaciones se colocarán lápidas á la izquierda del que entra, en la que se escribirá el nombre de ellas, designando si es capital de provincia el nombre de la misma ; si es cabeza de partido el nombre de la provincia, y si es población menor, el nombre del partido y de la provincia.” La que hi hagué a Cabassers no es conserva ni en fotografia, però coneixem exemples propers, on aquestes làpides s’han mantingut:

Es veu que els ajuntaments no degueren anar massa ràpid a complir les instruccions sobre retolació: el BOPT 136, de 12 de novembre de 1860, publicava la circular 1790, que reclamava que es dugués a terme la tasca encomadana, i establia una multa de 300 rals als ajuntament i alcaldes incomplidors, a més del cost de les dietes dels comissionats que s’haguessin d’enviar per a fer la feina que els ajuntaments no haguessin fet. Pocs mesos després, el BOPT 26, de l’1 de març de 1861, donava un darrer avís de la Secció d’Estadística, avisant que s’havien de complir les disposicions sobre retolació de carrers, i que hi hauria una inspecció per a comprovar que s’hagués fet. Si hi havia mancances, se’n faria personalment responsables als alcaldes. Es devia veure de tot, perquè el sisè punt de la disposició deia que “Los rótilos de edificios, calles y làpidas han de ser precisamente de AZULEJOS, que los Ayuntamientos pueden adquirir en cualquiera de las fábricas de la Península; sin que sean admisibles las planchas de madera, pizarra ú otra materia, ni mucho menos los números ó letreros pintados sobre las paredes de los edificios”.

Sobre la castellanització dels noms, el BOPT núm. 94, de 7 d’agost de 1861 hi insistia a la circular núm. 1235 (pàg, 2), que interpretava l’article 17 de la Real Orden del 1860:

Algo menos obvia se presenta la cuestión en el tercer punto. Pero como la regla 17ª nada prescribe en absoluto, sino que indica el pulso con que debe procederse y conservar los nombres de sabor y dialecto provincial, ó á castellanizarlos según las circunstancias, claro es que al buen gusto y tacto de los encargados queda encomenidao el acierto en cada ocasión.—Ningún pueblo debe repudiar su origen, especialmente cuando en España todos los orígenes son gloriosos; pero tampoco puede empeñarse contra la acción del tiempo la unidad compacta de la nacionalidad, y la preponderancia del idioma común. Lo intraducibie sin incurrir en afectación ó en ridículo, seria temeridad el tocarlo : el uso de los siglos lo desgastará si llegase á parecer caprichoso, ó lo respetará si fuere histórico y venerable. Lo que no se diferencia del provincial al castellano mas que por la sílaba desinencial, entra naturalmente en la jurisdicción de lo castellanizable, especialmente si puede hacerse sin violencia, como en los vocablos de uso frecuente en la vida social. Y lo que guarda un medio entro lo llanamente conservable y lo racionalmente modificable, es lo que no puede ni determinarse, ni menos imponerse desde Madrid. Eso corresponde decidirse en cada provincia de buena fé y huyendo de extremos, en concepto de transitorio, porque la fuerza ulterior de las cosas puede mas que tos empeños y aspiraciones temporales del hombre.—Por cuyas razones cree la Junta que no hay motivos para variar la regla 17ª, sino que según su espíritu y letra, lo que conviene es procurar conocer la época y marchar con ella, sin romper de modo alguno con lo que pasó, ni tampoco galvanizar lo que caduca.

La castellanització dels topònims dels municipis (a banda de la dels noms dels carrers) ja s’havia fet el 1858: el Real decreto aprobando el Censo de la población de España, formado por la Comisión de Estadística general en consecuencia del empadronamiento de 1857 donava instruccions sobre la publicació del “Nomenclàtor de los pueblos” (Gaceta de Mardid núm. 278 de 05/10/1858), que es publicà aquell mateix any. Nomenclátor de los pueblos de España, formado por la Comisión de Estadística General del Reino. Publícase por orden de S.M. (No están comprendidas las provincias de América y Asia). Madrid, Imprenta Nacional, 1858.

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